viernes, 5 de marzo de 2010

LA AGONÍA DEL FRANQUISMO

A finales de los 60, eran pocos los españoles politizados, tanto entre franquistas como entre los enemigos, capaces de prever que, tras la muerte de Franco, se sucedería una Transición Democrática.

A la vista de lo ocurrido, el paso de la dictadura a las elecciones de 1977 supuso un gran esfuerzo en la búsqueda de control de las fuerzas antifranquistas y de algunos elementos más liberales cercanos al mismo.

La oposición, pese a las frecuentes iniciativas comunistas, aparecieron más divididos cuando Santiago Carrillo lanzó por primera vez la idea de Reconciliación Nacional en 1956. La izquierda parecía estar debilitada, debido a la gimnasia pro china de grupos ultraizquierdistas recientemente fundados. Pese al fortalecimiento de lso sindicatos clandestinos y el aumento del descontento estudiantil, las fuerzas del régimen parecían tneer un futuro asegurado.

Mientras las nuevas izquierdas se entrenaban ante un terrorismo, la moderada aceptaba el punto de vista comunista, donde creían que la democracia sólo llegaría cuando eistiese un frente abierto.

El temor a lo que ocurriría tras morir a Franco afectó a las distinas facciones de la dictadura de manera diferente. La falange más dura, borocrática institucionalmente, junto con la Policía y la Guardia Civil, pensaban defender a la dictadura y sus propios privilegios hasta el final. Desde lso peces gordos que habían acumulado inmnsas fortunas a costa de la dictadura, denominados "cleptócratas", hasta los simples serenos o porteros que pensaban que la continuidad de su empleo se veía ligada al a seguida de la dictadura, existía un sentimiento cada vez más creciente sobre defender el frasnquismo, como se hizo en Alemania con el hitler.

Estos temores se fueron aumentando hacia 1973, pero al sensación de asedio creció al ver que estaban dispuestos a negociar con los enemigos del ayer.

Los antaños seguros soportes del régimen parecían que estaban cediendo. Desde el cura obrero más humilde, a la jerarquía eclesiástica, mostraban signos de benevolencia, ante las aspiracinoes de lso regionalistas y clases trabajadoras. Era de sobra sabido que algunos negociaban con las ilegales Comisiones Obreras en lugar de los sindicatos estatales. Incluso en los más cerados círculos franquistas, la idea de aperturismo se patentaba.

Después de todo, la guerra la ganó ua coalición de fuerzas derechistas surgidas, en respuesta al equilibrio de poder socio-economico que la II República estaba llevando. Así, los objetivos principales del régimen político instaurado fueron la protección de las estructuras de pro-propiedad de las tierrasy un control sobre los proletarios urbanos y rurales tras la guerra. Por diversas razones, tales como la lealtad geográfica en la guerra, por convicciones ideológicas genuinas, o por oportunismo o necesidad, se trataba de gente que compartían la suerte del régimen, y que quedó plasmado n un pacto de sangre, sufrido con las hambrunas de posguerra y miserias.

Tras la guerra, los burócratas sindicaales de Falange, apoyados por el poder armado de las fuerzas del orden, sirvieron a sus jefes disciplinados, a la clase trabajadora y a los campesinos a través del sindicato corporativo. Puede decirse que la adopción de semejantes estructuras políticas por arte del franquismo, a fin de conservar el equilibrio socioeconómico de la España anterior a 1931, llevaban consigo la propia destrucción del mismo en el futuro, si ben esto no fue evidente hasta 1969.

Si bien antes de 1959, los sindicatos oficiales y el peso de las fuerzas represivas resultaron ventajosas para las clases económicas dominantes que estas habían en parte propiciado, comenzaron a hacerse nnecesario. La legislación laboral represiva, con los elevados márgenes de beneficio que permitió, habían hecho de España un ligar interesante para los inversores extranjeros, fomentando la emihgración al extranjero o a las nuevas ciudades industriales de la propia España, el crecimiento económico disminuía la intensidad y necesidad de conflicto en España internacional. A finales de los 60, las clases terratenientes habían quedado desplazadas del poder por el sector financiero e industrial, más dinámico.

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