El 14 de julio de 1789, el pueblo de París se movilizó en apoyo a la Asamblea Nacional, tomó por asalto la Bastilla, y luego la destruyó.
Era una fortaleza vieja que Luís XIV convirtió en prisión, donde se detenían a los opositores monárquicos.
Además, se almacenaba allí grano, sobre todo harina, circunstancia que la gente aprovechó para saquear, aprivisionados con armas de diversos regimientos, y con la furia del hambre que les aquejaba, debido al fracaso de las cosechas de años anteriores, los tributos habían aumentado, el diezmo que debía abandonar a Iglesia y el pago que debían hacerle al señor local por el uso del molino la presa de lagar, el matadero y el horno.
En ese momento sólo había 7 prisioneros, que fueron liberados, y mataron al gobernador, el marqués Bernard de Launay, l que significó un gran logro político social, pero fue suficiente para que este acontecimiento fuera el símbolo de la revolución contra el despótico poder real.
A partir de entonces la agitación se extendió por toda Francia, atacándose propiedades privadas, a cobradores de immpuestos y latifundistas, no limitándose por tanto a la lucha contra la Corona.
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