Ni el laberinto de pasadizos de las primeras pirámides ni las tumbas escondidas en el Valle de los Reyes pudieron impedir que a lo largo de 30 siglos las sepulturas de los faraones fueran profanadas por los buscadores de tesoros. Lap ráctica de la profanación de tumbas se remonta a los albores de la civilización egipcia. Los arqueólogos an comprobado que los enterramientos ya fueron saqueados en época predinástica en el 3.000 a.C. en busca de los elementos que formaban el ajuar funerario del muerto, desde mibiliarios y alimentos, a joyas y enseres personales.
El prnicipal método para evitar estos saqueos consistió en proyectar en el interior de la tumba un complejo sistema de estrechos pasadizos que conducían a cámaras sin salidas o puertaa bloqueadas con losas de granito. Pero ni siquiera esto detuvo a los ladrones.
La profanación más antigua de la que se tiene conocimiento se dio en el Imperio Antiguo. Los reyes de la dinastía XVIII idearon un nuevo sistema de protección de sus sepulcros. Por un lado, el lugar de enterramiento del faraón se separó del templo dedicado al culto funerario.
Las necrópolis con las tumbas se localizaban en el llamado Valle de los Reyes, un valle perdido entre altas montañas. Para dificultar su enterramiento, fueron escondidos en hipogeos excavados en las montañas, abandonando la estructura piramidal. Pero los ladrones seguían burlando todos los sistemas de seguridad.
Probablemente la mayoría de los robos sucedían en el momento del entierro o poco después de la colocación del cuerpo en la tumba. En tales casos, los ladrones contaban con la colaboración de los constructores de las tumbas, e incluso co la ayuda de los guardias de las necrópolis.
Durante mucho tiempo se pensó que los robos acaecidos en las tumbas se daban por personas de baja condición social pero en el Tercer Periodo sobre todo, los propios monarcas ordenaban abrir las tumbas para coger las joyas y el oro y reusarlos en sus ajuares funerarios, a causa de la escasez de materiales nobles que acompañaba esta crisis.
Para arrancar la confesión de los ladrones, que estaban al juicio total del faraón, se recurría a diversos métodos de tortura, especialmente las palizas con bastones. Una vez demostrada su culpa, se le condenaba a diversas penas, las más comunes, las mutilacines de orejas, nariz y otras partes del rostro.
Dado que era imposible contener los robos, los egipocios recurrierone ntonces a la magia para protegerlas. La maldición más famosa, la de Tuthankamon.
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